lunes, 11 de enero de 2010
Salvado de un destino cruel
Si sobrino, aunque parezca mentira, aún no has nacido pero ya tu supertita querida del alma te ha salvado de un destino cruel, y te preguntarás tú por qué sobrino, pues ahora mismo paso a relatarte….. Corría el cuatro de enero del año en curso cuando he ahí que tu madre (que pese a que ella jure y perjure que no es de antojos sí que lo es) dijo a voz de pronto, tengo antojo de ensalada Lousiana, en realidad llevo desde el fin de semana con antojo de ensalada Louisina porque fui al Vips y estaba lleno de gente (creo que ya te ha relatado ese episodio un poco antes). Ahí sobrino saltaron todas las alarmas, ninoninino, antojo antojo, ninoninonino. Un frío polar helaba mi aliento que caía congelado contra el suelo y se rompía en mil pedazos, un manto de lluvia que apenas dejaba visibilidad caía constantemente, pero nada me desalentaba, en mi cabeza resonaba antojo antojo, ninoninonino. Ni corta ni perezosa enganche a tu tito por banda y nos pusimos rumbo al Vip, ni el frío ni el agua ni la nieve (si la hubiese) podrían impedirme conseguir mi propósito, una ensalada Louisiana. Por fin llegamos al Vips, una masa hambrienta de gente esperaba a sentarse para degustar sabrosos platos, yo no desesperé, me puse en la cola y a esperar se ha dicho, el tiempo corría en mi contra, la hora de la cena se aproximaba, por fin llego mi turno, ese camarero repeinado y vestido con muy mal gusto (hay que ver que feos son los uniforme del Vips) me preguntaba cuantos íbamos a ser, yo triunfante de alegría le respondía: -Ninguno, sólo quiero una ensalada Louisina para llevar. Los 15 minutos que acontecieron después se hicieron infinitos, las dudas me mortificaban ¿no habrá lechuga? ¿se les habrán acabado los pimientos? ¿no habrán podido caramelizar el pollo? Un sonrisa enorme se dibujó en mi cara mojando mis lobulillos de babita cuando vi venir al camarero portando una estupenda bolsa que presumiblemente contenía la tan ansiada ensalada, cogí afanosamente la bolsa y feliz como una perdiz salí del centro comercial sabiéndome salvadora de un destino cruel hacia tu persona querido sobrino. Tu supertita querida del alma había conseguido el tan ansiado manjar que tu madre anhelaba y te había salvado de nacer con cara de lechuga o algo mucho peor, con un pimiento rojo en la cara…….. Definitivamente ya nunca serías Lucas “el cara lechuga”.
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