martes, 30 de marzo de 2010

AHÍ ESTABAS TU

Y ahí estabas tú. Después de 28 horas al fin ahí estabas tú anunciando tu presencia a voz en grito. Ahí estabas después de los nervios, las lágrimas y el pánico que invadió la habitación cuando después de tantas horas ya nada podía hacer para ayudarte a nacer. Lo intenté, no sabes cómo lo intenté. Lo intenté con todas mis fuerzas, apreté y grité y lloré pero no fue suficiente. No pude, o no supe hacerlo mejor por más que aferraba a la barandilla de la cama tratando por todos los medios de allanarte el camino. Ahí estabas aunque el recuerdo es difuso, demasiados calmantes, demasiada anestesia, demasiada gente alrededor y un miedo que nunca podré explicar. Porque estaba sola pequeñín, toda una vida tratando de esquivar la sensación de estar sola, no había imaginado que el día de tu llegada me sentiría tan sola y tan asustada. Sola hasta que por fin rompiste a llorar contagiándome tu llanto. Y ahí estabas ante mí con los ojos muy abiertos invitándome a contemplar lo perfecto que eras, a disfrutar de tu olor. Hubiese dado cualquier cosa por abrazarte, por tocarte, sólo un roce, pero no pude, solo pude contemplarte de lejos, apenas un beso de despedida y ya te habías ido. Y volvió el ruido, y los médicos, y el trajín de las enfermeras, y volvió la soledad y tú ya no estabas para calmar mi angustia. Ojala hubiese podido sentir lo que otras sienten en ese momento, esa sensación de la todo el mundo habla, el momento de verte nacer, el primer abrazo, el primer beso. Yo no pude. No me dejaron. Ya no estabas. Ojala pudiera decir que a partir de ese instante en el que por fin te tuve ante mí me convertí en otra persona. Yo no pude. Apenas tuve tiempo para verte. Ojala todo hubiese sido distinto pero fue como fue y eso ya no lo podemos cambiar aunque se que tenemos toda una vida por delante para volver a conocernos una y mil veces. Yo ya he empezado a hacerlo, me enamoro de ti una vez más cada día, cada segundo, cada instante.

Ahí estabas tú pero yo me quedé sola, rodeada de camillas, rodeada de enfermeras que pasaban a mi lado sin poder disimilar una compasión mal entendida. Cansada, dolorida, asustada, pero sobre todo sola pequeñín, porque no estabas tú. Y pasaron las horas, y cada minuto lejos de ti se convertía en un calvario, pude verte a través de la cámara, a través de las palabras de tu padre que de pie a mi lado y después de mucho esperar para poder verme me explicaba emocionado lo perfecto que eras, lo bonito que eras. Pero no estabas a mi lado. Me perdí las primeras horas de tu vida. Los dos nos las perdimos. No pude estar cerca de ti, también yo te deje a ti solo aunque al cuidado de quien más va a quererte.
Me hubiese gustado contarte como fue el reencuentro en la habitación pero apenas lo recuerdo. Nada que ver a lo que había imaginado, ni de lejos. No debería haber sido así. Yo no lo había imaginado ni planeado así. Ahí estabas tú, con tus manitas perfectas, con aquellos ojostan despiertos, con aquel olor al que voy a estar enganchada de por vida. Lucas. Mi niño. Por fin ahí estabas tú, aunque yo no pueda recordarlo.




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