Hay una canción de Luis Miguel (ese señor de extraño color naranja) que dice “Dormir contigo, es el camino más directo al paraíso”. No es que el susodicho sea de mis preferidos pero desde que llegaste me he sorprendido muchos días tarareando la canción. Es un placer dormir contigo, encontrarte de repente a mi lado cuando de madrugada me revuelvo inquieta en la cama tratando de encontrar la postura más cómoda. La más cómoda es siempre la más cómoda para ti. Es un placer escucharte respirar por las noches, notar lo calentito que estás bajo las sábanas o notar como poco a poco te vas abriendo hueco hasta llegar a mi cuello para suspirar aliviado porque por fín has encontrado ese huequito tan mágico para ti como para mí. Mi niño. No dejo de repetirlo cada noche para cerciorarme de que estás aquí de verdad, que no eres un sueño o una alucinación, realmente estás aquí y aun hoy me cuesta creerlo y necesito dormir contigo para sentirte aún más cerca si cabe. Me gusta dormir contigo aunque la pediatra asegure que es una locura. ¿Una locura? No mi niño, la locura es dejar pasar la oportunidad de observar de cerca cada uno de tus gestos cuando duermes. Yo no quiero perderme nada de ti, ni siquiera tu sueño, y si he de correr el riesgo de acostumbrarte mal por ello correré ese riesgo porque como dice el señor de extraño color naranja dormir contigo es el camino más directo al paraíso.
Me gusta dormir contigo, y me gusta verte dormir (sobre todo después de noches enteras en vela), me gusta escucharte, me gusta olerte y me gusta amanecer a tu lado y que me des los buenos días con una de esas sonrisas que me dedicas cuando escuchas mi voz aun en penumbra. Justo ahora que hablaba de lo genial que es dormir contigo me has anunciado con uno de esos grititos tuyos que te habías cansado de dormir ya. Menos mal que los brazos mágicos que he desarrollado en estos dos meses han conseguido que vuelvas a cerrar los ojos. Hablaba de dormir, no es que estos dos últimos meses hayan sido los más propicios para mi sueño… han sido muchas noches, muchos paseos a lo largo del minúsculo e inexistente pasillo cargada contigo tratando de calmarte cuando dolía la tripa, o picaba la espalda, cuando los gases te hacían patalear como un loco o cuando simplemente querías jugar…Hemos perdido los nervios más de una vez y más de dos, arrepintiéndonos al instante cuando veíamos como te encogías suplicando con esos ojitos que te aliviáramos el dolor. Mi niño me sigo repitiendo cuando en mis brazos te mueves inquieto porque no puedes o no quieres dormir. Y seguimos aprendiendo el uno del otro cada día, tu aprendes una cosa nueva cada día, yo aprendo a disfrutar de cada uno de esos momentos. Has aprendido que al final de cada bracito hay una cosa que se llama mano, te encanta agitarlas al aire cuando te hablo. Has aprendido que cada una de tus manitas tiene cinco dedos y enloqueces metiéndolos en la boca y succionando hasta la extenuación. Has aprendido que tu bañera nada tiene que ver con las torturas medievales y que si metes los brazos dentro del agua lejos de perderlos es incluso hasta agradable. Has aprendido a sujetar tu solo la guitarrita que te regaló tu supertitaquerida del alma, incluso ya eres capaz de llevártela a la boca tu solo y hacerla sonar. Has aprendido a mover la hamaca tu solo dando patadas, a escupir el chupete justo antes de dormir porque no te gusta dormir con la boca llena, has aprendido que Pedro Piqueras es mucho mas divertido que Ana Blanco, etc…
Y yo aprendo contigo cada día también, aprendo a escucharte cuando lloras y ya soy capaz de diferenciar el llanto de tengo hambre del de no me puedo dormir solo. He aprendido que cada minuto cuenta, cada segundo cuenta, y no quiero perderme ni uno solo de ellos. He aprendido a disfrutar de las pequeñas cosas, de esos detalles que antes pasaban desapercibidos: La ducha cuando estás dormido y diez minutos son casi una eternidad. He aprendido a disfrutar del silencio que tanto odiaba antes. Disfrutar de ese momento en que no hay nada que hacer, absolutamente nada que hacer salvo sentarse y esperar que pase el tiempo. Ahora nunca me aburro. He aprendido, o estoy aprendiendo a reconocer de una vez por todas que tengo mucha suerte, que puedo dar las gracias porque soy feliz. He aprendido a entablar contigo una extraña conversación a base de grititos y ruidos extraños. Mi niño me repito cuando me buscas con los ojos esperando que diga algo que te haga estallar de risa. Mi niño me estás enseñando tantas cosas sin que apenas te des cuenta.
Ayer por la noche volví a recordar el momento de tu llegada, el camino hacia el paritorio en la silla de ruedas, los nervios mezclados con una ilusión que no puedo explicar. Pensé que jamás voy a ser capaz de dejar de sentir esa sensación, ¡ojala que nunca la olvide! ¡ojala que pasen muchos años y me siga emocionando al recordar aquel paseo a través de los pasillos llena de sentimientos encontrados. Mi niño, no te imaginas la de cosas que me has hecho sentir en estos dos meses que llevas a mi lado. No sé en quien pensaría Luis Miguel cuando entonaba los primeros acordes de “Dormir contigo” pero ahora, cada vez que escuche la canción inevitablemente pensaré en ti. Mi niño.
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