martes, 25 de enero de 2011

BATALLAS VARIAS

Vamos a hablar de momentos memorables, esos que nos hacen estallar de risa a pesar de su dramatismo y nos hacen sentirnos afortunados por poder vivirlos cada día. Ese momento trágico en el que tu tía, en su afán por liberarte de tu sudadera y que no murieras de un ataque de sarampión, te bajó la cremallera con tanta fuerza sin reparar en que un trocito de tu carne había quedado atrapada en la cremallera de marras. Ay como llorabas mi pobre niño! Ay esos alaridos que resonaban por todo el portal. Y tu tía del alma tratando de calmar un dolor de oído que no era tal (tenías otitis) mientras tú te encabronabas más y mas incapaz de gritar COÑOOOOOOOO QUE ME ESTÁS PILLANDO LA CARNE OSTIAS YA. Ay mi pobre niño que lagrimones tenías... Bueno, a simple vista no parece muy divertido pero algún día te reirás de esto, o eso, o te vengarás de tu tía cuando esté ya gagá cerrándole la botella de oxígeno.Y seguimos con tus dramas, a falta de males (alergias, tos típica del fumador que lleva toda la vida enganchado al cigarrito, y una extraña dependencia a la leche esa que tomas de olor nauseabundo) le sumamos un deposito de mocos que no es de este mundo. Si, estamos ante otro momento escatológico de esos que dan tanta grimilla y que siempre están presentes en las sobremesas gracianas... El caso querido es que estas condenado a convivir con ese artefacto del demonio causante de tus peores pesadillas... Ay mi niño como se rebela retorciéndose y tratando de zafarse de ese absorbe mocos que con tanta fuerza sorbe tu madre... Créeme, nadie mas que yo sorberá tus mocos con tanta determinación.

Y si hablamos de grandes momentos tuyos no podemos pasar por alto tus clases de natación, seamos francos, nadar, nadar sigues sin nadar mucho, pero ojo! Que a voluntad no te gana nadie.

Corría una tranquila tarde en las cálidas aguas de la piscina, nada hacía presagiar el terrible desenlace de tanta calma acuática. Como cada día a final de la clase, y como recompensa a tanto esfuerzo por parte de los pequeños nadadores, Roberto, tu profe, dio la orden semanal de sentaros todos en círculo encima de la balsa para jugar un ratejo. En escrupuloso orden repartió un juguete a cada niño, repito, uno para cada niño con la clara intención de que no hubiera peleas. Ahí estaba el pequeño Javi, el “gateador” más rápido, evaluando la situación para trazar su maléfico plan. Y ajenos a tal malignas intenciones disfrutaban sus víctimas del placer de mordisquear un juguete de goma. Solo unos segundos fueron suficientes para que el pequeño Javier se pusiera en posición de ataque y a una velocidad de vértigo se apropiara de todos los juguetes babeados de sus compañeros. El canijo gateador se hizo con todos los juguetes menos el tuyo. A una distancia considerable, y manteniendo siempre el perímetro de seguridad en torno a este individuo en miniatura, estabas tú, relajado y encantado con una pelota.

Aun conservabas tu juguete pese al altercado acontecido segundos antes. Un cruce de miradas fue suficiente para que el pequeño malhechor reparase en que aun había un juguete del que no se había apoderado y allá que fue dispuesto a rematar la ilícita faena. Pobre bebe mío que en décimas de segundo te arrebataron tu pelotita mientras estupefacto no dabas crédito a cuanto allí acontecía. - ¿Pero como es posible que mi preciosa pelota, que hace un segundo estaba en mis manos, se haya desintegrado y ahora solo quede la nada de mis manos vacías?- parecías preguntarte sin poder articular palabra. Ahí estaba, frente a ti, sonriendo mientras sostenía su triunfo restregándote su bochornosa actuación, regodeándose de su maléfica hazaña. - A Dios pongo por testigo que nunca mas volverán a quitarme los juguetes, que nunca mas en mi presencia se le arrebatara a ningún niño un juguete babeado, yo haré justicia ,y tu, si tu, enano terrorista te vas a cagarrrrr- gritabas enfurecido sin que nadie mas (salvo tu madre que tiene el don de leer cada uno de tus pensamientos) pudiera oírte. Pensarlo y ejecutarlo fue todo uno, en una transformación casi diabólica dejaste de lado tu permanente estado pachorra y presa de un ataque de ira te lanzaste sobre el pobre Javier arrancándole de cuajo su gorro de baño y aferrándote a sus cuatro pelitos mientras clavabas tus pequeños paletillos en su tierna cabecita. Pobre Javier! Cuan prodigiosa es la garganta de ese pequeño malhechor! Que alaridos daba esa pobre criatura que resonaron a lo largo y ancho de toda la piscina. Y a pesar de los esfuerzos de su padre por zafar a su hijo de tus manos no lo conseguía, y ese padre tirando de su hijo, y yo tirando de ti, y tu enloquecido gritando poseído por una fuerza descontrolada...

Debería decirte que eso está muy feo y que esas cosas no se hacen pero ¡ay pequeñito! Es que estabas tan gracioso, tan, tan gracioso. Al padre del pequeño Javier no le hizo ninguna gracia también te digo. Pero es que no acaba aquí esta historia mi niño, una semana más tarde, y atormentado por la culpa, Javier y tú os volvisteis a ver las caras en la piscina. Como cada semana llego el final de la clase y el ritual de todos los viernes, los pequeños nadadores todos en circulo disfrutando y dando buena cuenta de los manjares de goma. Allí estaba, al otro lado de la colchoneta el pequeño Javier, y en esta ocasión fue el quien salvaguardó la distancia de seguridad por lo que pudiera pasar. Una vez mas, y poseído por una fuerza brutal te abalanzabas sobre la pequeña bestia parda.. Pero esta vez­­…. ¡Para comértelo! Le babeabas y el pequeño Javier llora que llora, y le comiste los carrillos y el pobre Javier llora que llora, y te aferrabas a su cuello buscando unos mimos no correspondidos... Y el pobre Javier llora que llora... ¡¡Cuanta incomprensión pequeñito por parte del pequeño Javier!! No supo entender tan cariñosas disculpas. Y al padre del pequeño Javier, una vez más, no le hizo ninguna gracia. Yo lo digo siempre pequeñito, si es que la gente es muyyy rancia!
En otro orden de cosas y aprovechando esta distendida charla te cuento que sigues haciendo avances en tu lento (espero) camino hacia la madurez. Has aprendido a dar palmas, y no unas palmas cualquiera sino ¡¡¡PALMAS FLAMENCAS!!!! Claro, que aun no has entendido que las tres de la madrugada no son horas para ponerse a dar palmas. Ya comes huevos, comes pescado, has pasado de beber leche con olor a queso putrefacto para bebés, a tomar leche con olor a huevo putrefacto pero para niños... Sigues dejando claro que tienes todo un carácter y una mala leche solo comparable a la de tu madre... Pero a mi me encanta mi niño.

Ya empiezo a echarte de menos a medida que creces y se que algún día me arrepentiré de no haber complacido tus únicos deseos, pasarte todo el día en mis brazos agarrándome la mano, se que no tardará en llegar el día en que sea yo quien tenga el único deseo de estar abrazada a ti todo el día y pensaré que en su día debí haberlo aprovechado más...Aquí te dejo las últimas fotitos, en la pelu, queríamos arreglarte un poco el pelo para ir dejándotelo larguito pero hemos aprendido una nueva lección: da igual que la pelu sea de niños o de adultos, la peluquera siempre hará con tu pelo lo que a ella le salga de los güebos. He dicho.



















Aterrado con la visión que tenías delante... LOS DIABÓLICO Y ESPELUZNANTES CANTAJUEGOS

















En tensión temiendo lo inevitable... eso no es lo que tu querías. Siempre pasa.

















No se puede ser más bonito... y no es amor de madre


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