martes, 13 de abril de 2010

LA HABANA LINDA


Esta semana ha vuelto a sonar en casa la banda sonora de Cuba: Chan chan. No había vuelto a escucharla desde que volvimos. Es imposible no emocionarse con los primeros acordes y recordar las miles de historias que hemos vivido allí, en nuestra Cuba linda, nuestra Cuba bella. La Habana es de alguna manera un poco nuestra, hemos pagado un precio muy alto por llevarnos a casa ese pedacito de aquella tierra, hemos dejado en sus calles, en sus rincones un poco de nosotros mismos, alegrías, risas, lágrimas, historias que seguimos contando una y mil veces con nostalgia sintiéndonos afortunados de haberlas vivido rodeados de la que ya es nuestra familia.

El tío Edgar y su eterna sonrisa, Vanesita y sus ocurrencias de niña adulta, la timidez de Claudia, la alegría de Mig aunque las cosas para ella “no son fáciles”. Juan, Misleidy, Joan, Hectico, la mecedora de Lupe. Los recordamos cada día, más aun este año que no podremos verlos, eres demasiado pequeño para viajar hasta allí, y sería una pena que la primera impresión de la isla no pudieras recordarla. La Habana es para vivirla, para recordarla, para bebérsela incluso a pequeños tragos. La Habana nos ha conquistado a todos a lo largo de estos años. El verano ya no es verano lejos de ella, con su música, con su olor, con sus calles atestadas de historias vividas, con sus viejas fachadas que a pesar del paso de los años y del dolor que se esconde en sus muros se luce orgullosa ante nuestro paso, ante la atenta mirada de quienes como nosotros se preguntan como es posible que después de todo lo vivido sólo se recuerden los buenos momentos.


Hay tanto de nosotros allí Lucas, no te lo puedes imaginar, el pasillo de Edgar es también el nuestro, es casi un escenario donde tu padre triunfaba cada mañana con la guitarra dedicándolo insoportables serenatas a Juan ante el cabreo de este pobre que nunca supo apreciar los alaridos de papá. La piscina del Panorama, escenario circense también donde tu tío Javi casi pierde los dientes de una patada en la boca de Joan en pleno número de acrobacias acuáticas. El café anfetamínico de Lupe, las papas fritas de Mig, los baños sin puerta de Habaneciendo, el chiringo de mojitos de Varadero, la Banana de las playas del este. Y el olor Lucas, porque la Habana tiene su propio olor y una vez que lo pruebas te enganchas de por vida. El verano ya no es verano sin ella, sin el enjambre cubano al que tanto queremos, el que tanto nos quiere, el que nos ha dado todo sin tener nada, el que nos recibe año tras año haciéndonos sentir como en casa. El verano ya no es verano sin su música, sin su sol, sin los colores de la Habana linda, sin sus ruidos, sin sus risas. Nos quedan en la memoria sus canciones, y todas parecen hablar de nosotros.

Tengo tantas ganas de volver contigo, de pararme en cada rincón agarrando tu manita y contarte que justo allí pasó aquello o pasó lo otro. Tengo tantas ganas de compartir contigo la emoción de tu pimer cañonazo y contarte de aquella vez que tu madre perdió una zapatilla en pleno desfile militar y casi tiene que pelearse con ellos para recuperarla. Quiero enseñarte el Malecón, explicarte que toda esa gente que está allí no esperan fuegos artificiales, o por qué tardamos casi cinco años en hacernos una foto allí. Hay tantas cosas que quiero contarte que me da pánico pensar que no me de tiempo a explicártelo todo o que me olvide de algo. Tengo tantas ganas Lucas de que aprendas a querer la Habana como la que queremos en casa. Algún día, y espero que ese momento no se demore demasiado, volveremos a patearnos sus calles, puede que quizás volvamos a encontrarnos con aquel policía que pretendía mandarnos a todos a comisaría ante mi alegría porque allí no teníamos foto… o puede que incluso consigamos el chandal de Fidel de una vez por todas. Todo es cuestión de tiempo, y tiempo es precisamente lo que allí sobra, porque en la Habana pequeñín se para el tiempo, no transcurre como aquí. Aterrizar en la Habana es casi un viaje en el tiempo donde el equipaje que nos acompaña son nuestros propios recuerdos vividos una y mil veces. Nuestra Habana linda, la tuya algún día también, nos está esperando, sus calles, sus rincones, sus playas esperan por ti Lucas.



Con el tito Edgar en la Floridita, una de los sitios preferidos de tu supertita querida del alma... Por qué será


Aquí papá y el tito Edgar haciendo no sabemos muy bien el qué, pero por lo visto era divertido


Los quince, todo un acontecimiento

Posado típico en el capitolio

Varadero.....snif snif. El agua más caliente del mundo

Paella en casa de Lupe

El Malecón

Aqui ya estabas tú dentro dentro de mi barriguilla

Vanesa, la princesa de chocolate

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