Mamá siempre está orgullosa de ti, lo ha estado siempre, antes incluso de conocerte. Ya lo estaba en aquella primera “foto” que nos mostró el ecógrafo donde estaba claro que tu perfil griego era comparable al del mismísimo David de Miguel Ángel. Lo estaba en tu primer viaje, aun dentro de mí, haciéndome saber que estabas ahí, que estabas feliz, que ningún lugar era mejor que aquel, dentro de tu paraíso en el Paraíso.
Mamá siempre está orgullosa de ti, lo ha estado siempre, con tus primeras palabras en ese peculiar idioma tuyo "luquiano", con tus primeros pasos, el descubrimiento de que el chupete tiene un revés y un derecho. No hubo mayor momento de felicidad que ser testigo de tus primeras palmitas, tus primeras carcajadas. Mamá ha estado orgullosa en cada uno de tus pequeños grandes descubrimientos. Al final de cada mano de Lucas hay cinco dedos que puedes moverlos a tu antojo sin que nadie más pueda controlarlos salvo tú. Lucas tiene dos pies, y con un pequeño esfuerzo, esas dos protuberancias pueden convertirse en un rico festín si se esfuerza un poco. Cuando Lucas se queda muy quieto en la piscina, algo ocurre debajo de toda esa agua que hace que flote. Mamá siempre está orgullosa de ti y celebra por todo lo alto cada una de tus aventuras en este mundo aun tan grande para ti. Mamá siempre está orgullosa de ti, siempre al ras de las lágrimas porque no siempre puede explicar a los demás como tú le haces sentir, tan dichosa, tan agradecida, tan increíblemente feliz, no se puede explicar.
Tu ya eres un campeón, como buen Graciano apuntas maneras de deportista de élite, en esta familia somos muy de deporte, no de practicarlo, eso se entiende, sino de sufrirlo. Aun puedo recordar con pavor, terror y un horror que no es de este mundo como fue mi primera toma de contacto con el mundo deportivo hace apenas un mes, cuando decidí que mis días de sedentarismo debían acabar para entrar en ese otro submundo de la vida sana. Mira Lucas, te voy a explicar una cosa, y te lo voy a explicar muy brevemente, sin entrar en detalles ni nada. El deporte no es bueno, no querido, a lo largo de toda tu vida van a bombardearte con informaciones erróneas e infundadas, te hablarán de la vida sana, de la superación, del espíritu ganador y de no sé cuantas leches más. Bien, escucha a tu madre que las madres somos la única especie que estamos por encima del bien y del mal porque lo sabemos todo y siempre llevamos razón: el deporte mi niño es una mierda. Si, sin medias tintas ni medias palabras, el deporte es una mierda que sólo te aportará un sufrimiento innecesario. Te habla la voz de la experiencia, yo le he sufrido (y lo sufro de lunes a jueves, bueno, algunas veces es de lunes a miércoles, y otra de lunes a martes, pero no entraremos en detalles) y puedo decir alto y claro que el deporte sólo trae problemas.
Hablemos primero de las lesiones, lo de las lesiones Lucas es de traca, no hay deportista que se precie en este país que no esté lesionado, eso es así. El día que no es un esguince es un ligamento roto, o una fisura, o un menisco, o un uñero o vete a saber qué carajo les pasa pero el caso es que día sí y día también están de hospitales. Una lata pequeñín, más para ti querido que no tendrás la suerte (o la desgracia según se mire) de caer en manos del cirujano privado. Vamos que una mala lesión y las cuatro horas en la sala de espera del Hospital no te las quita nadie. Ahí te lo dejo.
Y luego ya entramos en la condena social, si Lucas, porque quieras que no el deporte te condena a un círculo social en el que no creo que estés preparado para entrar. Que se empieza saliendo a caminar un par de días a la semana, después el gimnasio, luego te picas y te pones a dieta, luego cambias la dieta por los botes de 13 toneladas esos que hay en el gimnasio que no se que mierda llevarán pero está claro que hay que hacer deporte para poder cargar con ellos a casa, más si vives como nosotros en un tercero sin ascensor (espero que para cuando leas estas letras ya estemos viviendo en la casa de Puerta de Hierro).
Y de los botes de proteínas, se pasa a las drojas en el cola cao, y de ahí a los tics raros en el cuello (puedo jurar, perjurar y hasta empeñar mi hígado que los tics que yo he visto en el gimnasio no los he visto en ninguna otra parte).Vamos, que te quedas sin vida social, que llega el fin de de semana, ahora en verano por ejemplo, y te presentas en las piscina con tu bote de seis kilos y medio de proteína porque no quieres engordar. O quedas para cenar y aguantas el choteo del camarero cuando le pidas una ensalada sencilla y una botellita de agua mineral sin gas, no vaya ser que si la pidas con gas este te engorde.
No Lucas, el deporte está hecho para otro tipo de gente. Los Graciano no somos de deporte, somos de tortillaca y filetes empanados cuando vamos a la piscina (un clásico, más aún si estas delicatessen vienen envasadas en un taper de tu abuela que tiene más de 40 años). Los Graciano somos de comer pan con chocolate (y hasta con bombones como tu madre), somos de hacer barcos en los callos, de luchas a muerte por comerse la última patata frita, somos de barbacoa, los Graciano pensamos todos los domingos que el mundo se va a acabar y por ello hay que vacíar la despensa de las chuches por lo que pueda pasar. Así somos los Graciano mi niño, y el deporte querido, el deporte para los Graciano no deja de ser un lastre, una asignatura pendiente, esa delgada línea que nos separa de los demás, porque seamos francos, si bien el deporte no nos gusta, nosotros al deporte tampoco el gustamos. A las pruebas me remito...
Hay gente con aptitud, y gente con actitud. Pues bien, en cuestiones deportivas nosotros los Graciano somos de actitud. Actuamos, actuamos como deportistas de élite si es necesario, mira tú que tu madre antes de apuntarse al gimnasio se fue a Londres y se compró la ropa más preciosa del mundo para ir a sudarla, pero ojo, ropa de deporte, de la buena, de la de marca y todo (vale, también me he comprado unos pantalones en los chinos que en la primera clase de aerobic acabaron en mis tobillos, pero la actitud del principio fue ejemplar). Te decía, que me voy por los cerros de Úbeda, que nosotros somos de actitud, ahora, que seamos o no aptos es otra cosa.
No lo somos, vamos a ser sinceros, el deporte no es lo nuestro, no lo ha sido nunca y desde luego, viendo las nuevas generaciones Gracianas, está claro que no lo va a ser. Somos deportistas nulos, torpes, cansinos (nosotros somos muy de cansarnos) y flojos, somos muy flojos.
De todas maneras quiero reseñar una de las sabias enseñanzas de una amiga de nuestro Clan, nuestra filosofa de la vida y de la que me declaro fan incondicional, Tacha Romero. De labios de esta Sócrates del nuevo milenio emanó esta sabia frase: “Andar es una derrota moral, porque todo lo que andes para ir, tendrás que desandarlo luego para volver”. Hago en este punto una pausa valorativa para reflexionar. Ya he reflexionado. Definitivamente, deberían echar a patadas a Punset de la tele y ponerla a ella. Pero es tan cierto Lucas, es una cosa tan absurda este afán de competir. Correr por ejemplo, correr hacia dónde, para qué, si nadie te persigue, si no tienes que ir a ninguna parte, si nadie te está esperando. Correr simplemente para ser el primero, ¿y el primero para qué? Si el primero que llega es el primero que se va y al que le dejan en la puerta las bolsas de basura (en casa desde luego es una ley no escrita, a todo el que sale por la puerta se le endosa la bolsa de basura como hay Dios).
El futbol, hablemos de futbol, que aquí no es que sea el deporte nacional, aquí es lo único Nacional que hay, ya puedes odiar a tu vecino a muerte, desearle cada noche las peores almorranas de su vida, pero ojo, que como te lo encuentres en el bar el día del partido (suponiendo que seas del mismo equipo) y ganéis (porque esa es otra, aquí cuando gana el Real Madrid gana todo el mundo) el abrazo os lo dais si o si. Pero analiza bien el futbol, desde mi punto de vista vamos, que tienes a once señores adultos corriendo por el césped detrás de un balón como si les fuera la vida en ello, para luego darle una patada y mandarlo a tomar por culo a la primera de cambio…
Y ojo, ojo que como es el deporte nacional y el futbol es futbol porque el futbol es así, si se te ocurre abrir la boca cuando algunos de estos señores adultos que corren en pantalones por el césped se suben a la Cibeles a ponerle la bufanda a la pobre mujer (que digo yo ¿qué coño de culpa tendrá esta mujer para que le carguen con la bufanda? ¿cuándo tendrán el detalle de ponerle una pasmina por lo menos?) Si abres la boca y te quejas es que ni eres española, ni sientes los colores ni nada de nada. Pues tu madre Lucas ni es española entonces, ni gana nada cuando gana el Real Madrid y los únicos colores que siente son los de los dedos gordos de sus pies cuando los uñeros hacen acto de presencia, que se ponen los dedos moraditos cual túnica papal.
Quiero decir con esto mi niño, que mamá siempre va a estar orgullosa de ti, seas o no seas un deportista de elite, me dediques el gol de la victoria o la última canción de Bustamante en un karaoke, muerdas la ensaladera después de ganar el open (como Nadal) o hincándole el diente a un bocadillo de calamares. Mamá ya está orgullosa de ti.
Pero aún así, y porque los Graciano siempre hemos tenido mucha actitud para el deporte, el clan al completo (faltó el tío Javi por motivos laborales, ya sabes que nosotros somos muy de ir juntos a todas partes) nos personamos en la piscina dispuestos a jalearte cual fans enloquecidas en la entrega de medallas de fin de curso. Y a riesgo de repetirme más que el ajo hago hincapié una vez más, que los Graciano no somos de deporte, que seguramente no seas el mejor nadador del curso, puede que ni de la escuela, pero ojo, que a artista no te gana nadie, que una vez más se vio quien daba y quien no daba espectáculo. Y una vez más no decepcionaste al público enloquecido (compuesto mayormente por tus abuelas, tu padre y tu tía, que podrían igualar vocalmente al orfeón donostiarra) que te animó en tu cruzada acuática.
Y llegó el gran momento por todos deseado, la entrega de medallas, y allí estabas tú, como buen Graciano, animando al personal, aplaudiendo como si te fuera la vida en ello a tus compañeros de clase, dando ánimos y dedicando palabras de aliento al resto de los intrépidos nadadores, porque los Graciano somos así, los Graciano somos competitivos sí, pero en su justa medida… Y Lucas recibió su medalla, y mamá no podía estar más orgullosa, más feliz y más agradecida por vivir tan cerca de ti ese momento que nunca más volverá a repetirse, y la música llegó de un viejo trasto, y Queen volvió a entonar para nosotros we are the champions, y mamá te abrazó con tal fuerza que a punto estuvo de quebrarte las espalda, mi campeón, mi deportista de élite, mi gracianito. No sé si será o no esta la primera de muchas medallas, no sé si el tiempo dirá o no si en cuestión de deportes eres la excepción que confirma la regla, no sé si llegará el día en que tu y yo seamos los protagonistas del anuncio de cola cao como Nadal o Pedrosa. Y francamente me importa muy poco, no tengo la esperanza de atormentar a mis visitas mostrándole un catálogo de medallas y trofeos de mi niño. El mejor premio para ti y para todos los que te queremos es seguir viviendo de cerca cada uno de estos momentos que hacen que la vida sea mucho más especial.